Paradojas de un país agrícola
El México que van a parir,
primer apunte:
El gesto y la campaña
viven en la casa de la lengua
Soy uno más entre aquellos epígonos
que en la antigua casa de la lengua han vivido.
Más dentro tengo mi propia vivencia,
escapo por fuerza y destruyo Tebas.
Karl Kraus
El día más largo llegó, pasó, nos dejó de largo. El
gobierno federal se preparó a conciencia Su cuerpo se movió en
convulsiones pensadas, planeadas, programadas. No murió, no muere, no puede morir nunca. No, que nadie se
equivoque. Sus brazos se contorsionaron, pero los espasmos no suponen final alguno. No. La corona se dilató. Luego se retorció, se desprendió su
aliento y piel en todos los fulgores posibles. México asomó su cabeza de entre
las ramas y las piernas.
Terminó la contienda electoral y
nada quedó al azar. Se imagina imposible que el gobierno se abandonara a los episodios
líricos del azar. En la campaña no existió algo que no hubiera sido ordenado,
pensado, ensayado; aunque los personajes se equivocaran en la lectura monótona
de sus líneas, aunque #132 razones animaran la discusión, el Estado permaneció entero de sí, en toda su potencia. Cada gesto preparado en la pizarra; los del otro se estudiaron meticulosamente. Se trazaron líneas, se enviaron cables, se devoró todo. Lo que vuelve son los gestos que vendrán. Se ensayó la
escena, luego el discurso que en idea la simpatía, el terror o el
desconcierto. Aunque el actor se equivoque, la escena fue preparada a
conciencia.
Se sabe que el contenido no
existe. Lo que vino en los discursos electorales, en los inaugurales, en las voces que asfixian el noticiero, no son el México que
gobernarán, como tampoco es el México que gobernaron. Sin embargo, pasarán,
como han pasado, los años. Pasarán tres, pasarán seis, y retornarán estos
mismos discursos con toda su esperanza contenida, aunque ligeramente transformado el foco
de atención. Cuando la mañana pase, este discurso exigirá el México que el
ganador prometió. Podemos verlo en los misteriosos anuncios que advertían contra el candidato del PRI. Un discurso oculto, profundo, levanta la mano y
señala con su santa furia los adeudos: Peña
no cumple. No se observaron las causas, los casos. No. Estamos prevenidos. Aquél
que prometió y vino no cumplió con traer el mundo que dijo que traería. Se
discuten absolutos. Se exigen los absolutos y no hablemos nunca de la
inevitabilidad de las cosas.
Pero tienen razón. ¿Por qué no
exigir el México que dijo que vendría? ¿Acaso no es aquella la plataforma con
la que aspira y suda? Todo lo que se prometió en las campañas electorales
pasadas, ¿no tendría cabida en este mundo que es nuestro? Pero las campañas son
vacías. Su contenido está muerto y no es el que se asoma de entre las piernas y
las ramas, aunque es el que se exigirá. Las terribles distancias del discurso con lo que sucede en la Alameda, mi calle, mi huequito de enamorado, alumbran la sonrisa detrás de este cerebro que no comprende del todo lo sucedido, lo que vendrá.
En este punto discursivo, entre
las condiciones dadas, el mundo prometido y la ira sobre lo que nunca llegó, se
cifrará, una y otra vez, la discusión nacional. La realidad tiene cabida, en
ocasiones; se aprobó la Ley de Víctimas, se llevaron despensas y se ensamblaron
caminos. La realidad, en ocasiones, se cuela en la agenda del gobierno. Pero
ésta no es la sustancia del mundo que se exige. En el delicado balance de lo
que no se es y el vértigo tremendo de lo que consideramos que deberíamos ser se
debate la sucesión presidencial, se combate a dos velas, tres macanas, seis balazos. Este discurso, este existir enteramente lingüístico
y simbólico es susceptible de ser interpretado. Pensar las campañas, el devenir PRI-devenir guitarra, en términos
lógicos, verbales, psicológicos, políticos, arrima su intención a la realidad
en la que habitan, que no es la nuestra pero es la que esperamos. Así
irrumpiremos en sus casas y tendrán que escucharnos, a nosotros, los que no
olvidamos ni perdonamos.
Inauguro este espacio, pues, para
discutir la espera que no termina, la noche que no llega. Todo ha sido ensayado
y quizás, solamente quizás, haya querido significar algo. Si no, queda la noche, la crónica, y el recuento de mis muertos PRI.
Hans
Röckle,
fisgón, poeta, postepígono